Hemos
visto que es artículo de Fe Católica que la
caída del hombre vino por la tentación de Satanás
(Lucifer) y que éste y los demás demonios continúan
tentando y persiguiendo a la humanidad. Así leemos
en la 1ª Carta de San Pedro (5, 8) y en el Documento Gaudium
et Spes (#13) del Concilio Vaticano II y lo reitera el Catecismo
de la Iglesia Católica (#391-395). A esta lucha entre las
fuerzas del Bien y las del Mal que se ha llamado "Combate Espiritual",
se refiere también San Pablo en su Carta a los Efesios: "Nuestra
lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra principados,
autoridades y poderes que dominan el mundo de tinieblas. Nos enfrentamos
contra los espíritus y las fuerzas sobrenaturales del Mal."
(Ef. 6, 12).
Los demonios siguen siendo espíritus,
que no han perdido ninguna de sus cualidades angélicas, con
excepción de la gracia sobrenatural (cfr. Catholic Encyclopedia,
Broderick, 1986). Son, por lo tanto, seres superiores en inteligencia
y poderes a nosotros los seres humanos, con una capacidad de engaño
digna de su inteligencia y astucia, superiorísimas a las
nuestras. No en vano Satanás es el inventor o "padre
de la mentira" (Jn. 8, 44), el Engañador, que busca
engañar a los seres humanos sin descansar.
Y hoy, como antes a nuestros progenitores,
Satanás y los demás ángeles rebeldes
buscan tentarnos con la misma idea: "ser como dioses".
(cfr. CIC #392).
No se puede, entonces, exagerar la importancia
del Diablo, pero tampoco se puede esconder, ni minimizar, ni negar
su poder maligno. Conocer de su existencia y de su influencia en
el mundo y en cada hombre es vivir una realidad invisible, pero
presente en cada persona y en toda la humanidad. |
|
A
fines del siglo XIX, el Papa León XIII pudo vislumbrar las
pruebas a que serían sometidos la Iglesia y los hombres,
pruebas que provenían de la lucha de los poderes del Infierno. |
|
|
Pero en medio de esa visión
que tuvo, también pudo vislumbrar a San Miguel Arcángel,
que arrojaba a Satanás al abismo del Infierno. Y, basado
en esa visión, compuso él mismo la conocida Oración
a San Miguel Arcángel.
|
|
|
|
(cfr.
P. Roberto Cayuela, s.j. en "Cristiandad", Julio
1976). |
|
Nos
decía el Papa Juan Pablo II: "La existencia de los ángeles
malos nos pide a nosotros el sentido de la vigilancia ...
en esto estamos válidamente ayudados por los Angeles
Buenos" (20-agosto-86).
|
|
El
Príncipe de los Ejércitos Celestiales, el glorioso
San Miguel Arcángel, es el defensor de la Iglesia y de los
elegidos de Dios en estas persecuciones. Esto está predicho
por el Profeta Daniel: "En aquel tiempo surgirá
Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo.
" (Dn. 12, 1). Y esta batalla entre San Miguel Arcángel
y los Angeles Buenos, y Satanás y los ángeles malos
está descrita en el Apocalipsis (12, 7-11). |
|
|
|
|
|
|
El
Demonio es poderoso. Sin embargo, dice el Catecismo, "el poder
de Satanás no es infinito ... Aunque su acción cause
graves daños ... en cada hombre y en la sociedad, esta acción
es permitida por la Divina Providencia" (#395). Así,
el poder del Demonio está limitado por la Voluntad
de Dios (cfr. Libro de Job) y Dios no permite
que seamos tentados por encima de la gracia con que El nos fortalece
(cfr. 1ª Cor. 10, 13). Y nosotros podemos vencer sus ataques
con armas espirituales: la Oración, la Confesión,
la Comunión, con el auxilio de los Angeles Buenos, etc. y,
por encima de todo, buscando siempre la Voluntad de Dios para nuestras
vidas y no la propia voluntad que con frecuencia nos puede desviar
por caminos equivocados. |
|
He
aquí las recomendaciones que hacía el Papa Juan Pablo
II, sobre este "Combate Espiritual": "Quiera Dios
que la oración nos fortalezca para la batalla espiritual
de la que habla la carta a los Efesios ... A esa misma batalla se
refiere el libro del Apocalipsis, reviviendo ante nuestros ojos
la imagen de San Miguel Arcángel ... Seguramente tenía
muy presente esa escena el Papa León XIII cuando al final
del siglo pasado introdujo en toda la Iglesia una oración
especial a San Miguel Arcángel ... Aunque en la actualidad
esa oración ya no se rece al final de la celebración
eucarística, os invito a todos a no olvidarla, a rezarla
para obtener ayuda en la batalla contra las fuerzas de las tinieblas
y contra el espíritu de este mundo" (cfr. Juan Pablo
II en Meditación Dominical 24-abril-94). |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|