POSICION DE LA IGLESIA CATOLICA FRENTE 3 - LEON XIII - 4 - LEON XIII - (11) Otro peligro grave para la unidad es la masonería,
potencia temible que oprime desde hace ya tiempo a las naciones, y sobre
todo a las naciones católicas. Orgullosa hasta la insolencia por
su fuerza, sus recursos y sus éxitos, pone por obra todo lo que
es menester, favoreciendo las turbulencias que agitan nuestra época
para consolidar y extender por todas partes su dominación. Desde
las ocultas tinieblas en que conspiraba, irrumpe hoy en los Estados mostrándose
a la luz del día; y, como lanzando un desafío a Dios, ha
establecido su sede en esta misma urbe, capital del mundo católico.
Pero la mayor desgracia de todas es que, dondequiera que la masonería
pone su pie, se infiltra en todas las clases sociales y penetra en todas
las instituciones del Estado para llegar, si fuera posible, a constituirse
árbitro soberano de todas las cosas. La mayor desgracia, decimos,
porque tanto la perversidad de sus principios como la iniquidad de sus
propósitos son cosas evidentes. Con el pretexto de reinvindicar
los derechos del hombre y reformar la civilización, combate las
instituciones cristianas; rechaza toda doctrina revelada; califica los
deberes religiosos, los sacramentos, todas las realidades augustas, como
simples supersticiones; se esfuerza por descristianizar el matrimonio,
la familia, la educación de la juventud, todo el conjunto de la
vida pública y de la vida privada, así como también
por hacer desaparecer en el alma del pueblo todo respeto a la autoridad
divina y a la autoridad humana. El culto que la masonería
prescribe es el culto de la naturaleza humana; y son también los
principios de esta naturaleza humana los que propone como única
medida y única norma de la verdad, la bondad y la justicia. De
esta manera, como es evidente, se incita al hombre a tener una
moral y una conducta casi paganas, si no es que el crecimiento
y el refinamiento de las seducciones lo hacen descender más abajo
todavía. Aunque en esta materia Nos hemos hecho ya en otras ocasiones
advertencias muy serias, nuestra vigilancia apostólica nos obliga
a insistir en este punto y a decir y repetir una y otra vez que, frente
a un peligro tan acuciante, toda medida defensiva será siempre
insuficiente. ¡Ojalá la clemencia divina burle los
propósitos de la masonería! Pero es necesario que el pueblo
cristiano comprenda que hay que sacudir de una vez para siempre el yugo
infamante de la masonería, y que deben poner una mayor energía
en esta labor todos aquéllos que son más duramente oprimidos
por este yugo, es decir, los italianos y los franceses. Nos ya
hemos dicho cuáles son las armas que hay que emplear y cuál
es la táctica que hay que seguir en este combate; la victoria no
es dudosa con un jefe como Aquél que pudo decir un día:
“Yo he vencido al mundo” (Jn.16, 23). |
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