Como
sabrás, es nuevamente la fecha de mi cumpleaños. En estos
días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en
la televisión, y por todas partes se habla de ese día.
Sería
agradable saber que al menos un día al año algunas personas
piensan un poco en Mí.
Como
tú sabes, hace muchos años comenzaron a festejar mi cumpleaños.
Al principio parecían comprender y agradecer lo que hice por ellos,
pero hoy en día nadie sabe qué es lo que celebran. La gente
se reúne y se divierte mucho, pero parece que no saben de qué
se trata.
Cada
año hacen fiestas en mi honor. Hay cosas deliciosas en las mesas,
bellas decoraciones y muchos regalos. Pero … ¿sabes una cosa?
… Ni siquiera me invitan.
Yo soy el invitado de honor y ¡no se acuerdan de invitarme! La fiesta
es para Mí y cuando llega el gran día... me dejan fuera.
¡Yo que quiero estar con ustedes! Quiero estar contigo. Pero, aunque
no me invitan, puedo estar en cada sitio observando todo. (cf. Prov. 15,
3)
En
esas fiestas ustedes brindan, hablan, se ríen, algunos están
ebrios.
Sorpresivamente,
a veces llega un viejo gordo, vestido de rojo, con barba blanca, gritando
¡jo! ¡jo! ¡jo! Se deja caer pesadamente en un sillón
y todos corren hacia él diciendo ¡Santa, Santa! … como
si la fiesta fuera en su honor.
Dan
las doce de la noche y todos comienzan a abrazarse. Nadie se acuerda de
Mí, nadie me abraza a Mí.
De
repente todos empiezan a repartirse los regalos, uno a uno los van abriendo
hasta terminarse. Me acerco a ver si de casualidad había alguno
para Mí, pero nunca hay nada.
¿Que sentirías si el día de tu cumpleaños
se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? ¡YO,
el Cumpleañero, estoy de sobra en esas fiestas!
Cada
año que pasa es peor: la gente sólo se acuerda de la cena,
de los regalos y de las fiestas. Y de Mí, nadie se acuerda.
Ahora quiero pedirte una cosa: Quisiera que esta Navidad me permitas entrar
a tu vida. Quisiera que te recordaras que hace más de dos mil años
vine a este mundo (cf. Lc. 2, 6-7). Y, para salvarte, di mi vida por ti
en la cruz (cf. Jn. 19, 17-18). Al leer estas líneas, quiero que
tú creas esto con todo tu corazón y lo recuerdes siempre.
Te
diré algo más: Yo voy a hacer mi propia Fiesta grandiosa
(cf. Is. 25, 6-10) , como jamás nadie se puede imaginar (cf. 1
Cor. 2, 9), una Fiesta que ya Yo he anunciado (cf. Ap. 19, 17). Aún
estoy haciendo los últimos arreglos (cf. Mt. 24, 22). Estoy enviando
muchas invitaciones (cf. Ap. 3, 20), y hoy te la hago especialmente a
ti.
Tengo
reservado tu lugar. Quiero que todos vengan (cf. 1 Tim. 2, 4), he preparado
un lugar para cada uno (cf. Jn. 14, 2), pero muchos no quieren asistir,
prefieren quedarse fuera (cf. Lc. 14, 16-24).
Te
digo otra cosa más: Quiero que estés preparad@ (cf. Mc.
13, 33), porque el día menos esperado daré esa gran Fiesta
(cf. Mt. 24, 42-44).
¿Donde esta la fila para ver a Jesús?
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