Envejecer
OTRO TE CEÑIRÁ

Saber envejecer (II)

Alicia Alamo Bartolomé

¿Cuándo estamos viejos? Cuando perdemos Anciana dormidala capacidad de emocionarnos. Sin embargo, es una capacidad que podemos y debemos ejercitar hasta el final, ¿por qué? Porque es un don gratuito y muy valioso de Dios y no se agota si nosotros no lo dejamos agotar.

Hay viejos y jóvenes viejos, lo son, sobre todo, porque apostaron al esceptisismo y el pesimismo, entonces empezaron a ver la vida oscura, sin el brillo de la belleza de la Creación. Así, el qué más da se enseñorea del alma, no se hace el trabajo con alegría o simplemente no se hace, ni tampoco se goza de las horas de descanso, recreación o jubilación. Se vive en amargura, no se reacciona bien ante nada, porque el corazón está seco, ya no puede sentir una emoción. Cuando se es capaz de ésta, se vibra de vida. La felicidad no depende de años acumulados ni rodillas débiles, ni disminución por la edad de las facultades de los cinco sentidos; es cuestión de voluntad y esta no sufre disminución por el paso del tiempo, por el contrario, crece si sabemos ejercitarla. La emoción es un acto de la voluntad.

Para los ancianos, una de las formas más sencillas de cultivar la capacidad de emoción con actos voluntarios, es trazarnos pequeñas metas que, por serlo, podemos alcanzar. Debemos estar concientes de que nos queda poco tiempo, pero este poco hay que llenarlo de ilusiones. Es necio aspirar, como se  puede y debe en la juventud, a grandes logros: una carrera profefesional, casa propia en una colina para tener vista de la ciudad y otra en la playa para disfrutar del mar, ¡bah! Tapete de ganchilloA nuestra edad no debemos soñar con imposibles, ni siquiera con trabajos manuales -muy recomendables para nuestra edad- de envergadura, que requieren tiempo. Si eres mujer y te  gusta tejer, por ejemplo, magnífico, pero no proyectes un mantel ni un cubrecama, que no, hija: ¡pañitos, tapetes! Los puedes terminar en pocas horas y experimentar la emoción del trabajo terminado, bien hecho y seguramente bonito.

Si eres varón y te gusta como hobby la carpintería… (por cierto, recomiendo a los hombres jóvenes que se busquen una afición que puedan cultivar en la vejez, pues viejo sin oficio es algo insoportable) no se te ocurra emprender la tarea de construir una mesa de comedor o un armario, ¡no! Cultivar floresUn taburete es suficiente. Y si te da por la jardinería, excelente práctica porque además se lleva un poco de sol, no pretendas  hacer los jardines de Versalles, sino sembrar en macetas matas de flores que muy pronto te darán la emoción de verlas retoñar, seguir su evolución y contemplar el alegre estallido de colores en sus pétalos.

Metas cortas y obediencia larga, ¿qué quiero decir con esto? Que los ancianos tenemos la obligación de obedecer a nuestros “mayores”, quienes en nuestro caso son los menores que responden por nosotros. ¡No les hagamos la vida incómoda con nuestros caprichos! Anciana y su hijaNos llega la hora de aceptar lo que le dice Cristo a san Pedro: … cuando eras más joven te ceñías tú mismo y te ibas donde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará donde no quieras (Jn. 21, 18). Sí, es la hora de la entrega absoluta a la voluntad de Dios y ésta se nos manifiesta a través de quienes velan por nosotros.

Hay ancianos que se empeñan en vivir solos, no aceptan la compañía de una persona para atenderlos y, como están detenidos en el tiempo de ayer, todo sueldo que haya que pagar por eso les parece mucho. Prefieren vivir sin nadie, dicen, pero les falta caridad para comprender y aliviar la angustia de los parientes por esa soledad Anciana sola-sobre todo nocturna- y los peligros que conlleva. Es decir, no les importa la tranquilidad ni el sueño de quienes los quieren. Por otra parte -vaya paradoja- ¡se quejan precisamente de soledad! Claro, los hijos, nietos o sobrinos tienen su propia vida con sus afanes, no pueden estar yendo y viniendo a cada rato donde esos tercos y egoístas solitarios.

Muy probable es que, si vivimos mucho, nos llegue el día en que la única solución será internarnos en una residencia de ancianos. Debemos prepararnos para esto y aceptar en paz el que otro te ceñirá y te llevará donde no quieras. Si amamos a Dios, estaremos gozosamente listos.

Enfermera cuida anciana

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