MONSEÑOR
UBALDO SANTANA CARTA PASTORAL DE CUARESMA CONVIERTETE Y CREE EN EL EVANGELIO |
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Queridos hijas e hijos de la grey zuliana, 1. ¡Despiértate, tu que duermes, se acerca la salvación! (Rm 13, 11) El centro y el corazón de la Cuaresma no es otro que el encuentro con Jesucristo muerto y resucitado, presente en la vida de la Iglesia, que nos invita a la conversión, a la comunión y a la solidaridad (cf. Ecclesia in América –EIA- No. 3). El termómetro para saber si de verdad nos hemos encontrado con Jesucristo, según la Sagrada Escritura, es la “metanoia”, es decir, un cambio profundo de vida. La Iglesia, como sabia maestra espiritual, nos apremia a emprender un proceso de conversión en profundidad. El Señor por medio de la Palabra de sus profetas, de sus evangelistas, de sus apóstoles nos despierta de nuestros letargos, abre nuestros ojos para que descubramos el verdadero valor y la real dignidad de los seres humanos. Que el mensaje contundente del profeta Joel taladre el bunker de nuestro duro corazón: “Todavía es tiempo. Vuélvanse a mi de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y llanto; vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en clemencia” (Joel 2,13). San León Magno nos grita: “¡Reconoce, o cristiano, tu dignidad!” Y San Juan Crisóstomo, otro gran padre de la Iglesia, en esa misma tónica, escribió: “Aunque no hubiera sino un solo ser humano, siempre será por él que el sol brilla, que el aire se expande, las fuentes manan, se colman los piélagos del mar, son enviados los profetas, es dada la Ley; y ¿para qué añadir más? El hombre es ese ser por el cual el Hijo único de Dios se hizo hombre. Mi Maestro fue inmolado, derramó por el hombre su sangre ¿y yo me atrevería a despreciar ese ser humano? ¿Qué excusa alegaría? No. Nunca me cansaré da hablar aunque nadie me escuche. Soy médico y por eso ofrezco mis remedios. Me toca enseñar. Para eso he sido puesto como centinela, como está escrito, sobre la casa de Israel.” Si quieres saber cuánto vale un ser humano mira hacia la cruz: allí está clavado su precio. 2. Repercusiones de la conversión cristiana Una auténtica conversión se inicia en las hondonadas del corazón humano pero repercute en todos los ámbitos de la vida. Es un cambio de mentalidad que afecta todos los estratos de nuestra personalidad: nuestro modo de pensar, de sentir, de relacionarnos y nos lleva a vivir no ya de acuerdo a nuestros propios criterios sino de acuerdo a los criterios de Jesús (cf. Fil. 2,5). Una conversión real nos ha de llevar a superar el divorcio entre la fe y la vida, esa dicotomía que Jesús denunció en los dirigentes de su época (cf Mt. 23, 1-24). Cuando existe esta división, dice Juan Pablo II, el cristianismo es solo nominal (EIA 26). Para ser testigos y discípulos de Jesucristo, nuestra fe se ha de traducir en obras (Mt. 7,21). La metanoia cristiana tiene consecuencias relacionales, sociales y estructurales. Desemboca inevitablemente en la solidaridad fraterna. En su mensaje para la Cuaresma de este año Benedicto XVI nos enseña que: “la respuesta que el Señor espera ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él. Aceptar su amor, sin embargo no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comunicarlo a los demás”. Ese fue precisamente el mensaje central de su primera Encíclica: “Dios es amor”. La conversión cristiana en el hoy de Venezuela ha de influir de manera relevante en “todos los ambientes y dimensiones de la vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común” (EIA Ibíd.). En este aspecto el Concilio Plenario de Venezuela es particularmente incisivo. En el documento “La Proclamación profética del Evangelio de Jesucristo en Venezuela” se afirma con fuerza que un encuentro de conversión con Jesucristo debe actualizarse en un proceso de conversión permanente por parte de todos los miembros del pueblo de Dios, proclamar con claridad y valentía los principios fundamentales de inspiración cristiana que influyan en las estructuras sociales, denunciar proféticamente la injusticia, asumir la causa de los excluidos, renovar creativamente la opción preferencial por los pobres, humanizar nuestra sociedad, promover y defender los derechos humanos (cf. PPPEV 3.2.1.1). En ese mismo tenor formularon los Obispos en el Sínodo de América, los postulados con los cuales se quiere comprometer la Iglesia en América al inicio del Tercer Milenio: “La Iglesia católica que abarca a hombres y mujeres < de toda nación, raza, pueblos y lenguas> está llamada a ser en un mundo señalado por las divisiones ideológicas, étnicas, económicas y culturales, el signo vivo de la unidad de la familia humana”. (EIA 32). En su largo recorrido por la historia, la Iglesia ha aprendido a sortear tanto los escollos de los regimenes cesaropapistas como la tentación de Estados confesionales o teocráticos. En las circunstancias políticas actuales mantiene su plena validez el axioma evangélico “Al Cesar lo que del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22,21), así como el reconocimiento de la justa autonomía de la realidad temporal y de la necesaria libertad de la Iglesia para llevar a cabo su misión (Concilio Vaticano II, GS 36; DH 13). 3. Compartir 2007: Hoy y siempre queremos vivir en paz y en tranquilidad Este año, mis queridos hijas e hijos, enderecemos con renovado ardor nuestros pasos hacia Jesucristo “manso y humilde corazón” (Mt. 11,29), fijos nuestras miradas en él. Con la Campaña Compartir de este año, la Iglesia nos invita a desarrollar programas en favor de las mujeres, de los niños y adolescentes víctimas de la violencia doméstica. El tema de la Campaña es de gran actualidad porque la cultura del maltrato, de la agresividad, de la venganza y de la violencia está muy incrustada en nuestros genes históricos y culturales. Goza de buena salud en nuestros cuerpos policiales, de seguridad y defensa, encuentra no pocos adeptos entre los líderes políticos de cualquier bando y es alimentada por algunos medios de comunicación social. Este mal no se extirpa con la mera multiplicación de medidas represivas sino con educación religiosa y ciudadana. Tenemos que trabajar con gran empeño todos juntos sin excepción para colocar las bases de la civilización del amor, del respeto al otro, del valor de la vida humana, de la dignidad de la persona cualquiera que su edad, su sexo, su condición económica o social. Les animo hermanos y hermanas, como en otros años, a ser generosos en esta campaña. Participemos activamente en ella desde nuestras parroquias, instituciones educativas, grupos apostólicos, organismos no gubernamentales, instituciones oficiales y privadas, empresas y comercios, aportando nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes económicos. Para prestar un mejor servicio en este campo nos proponemos fortalecer este año en nuestra arquidiócesis Centros de Atención Familiar, como el que funciona en la sede de la Acción Católica. Allí se atienden diariamente los casos de violencia y maltrato, con un trato preferencial a la consolidación de la familia. Los exhorto por consiguiente a todos y a todas a empeñarse a fondo como en los años anteriores en la Colecta de la Campaña en sus múltiples formatos: sobres cuaresmales, alcancía familiar, pote escolar y callejero, recolección parroquial, aportes institucionales y personales, donaciones en tiempo y talento, festivales y cenas de solidaridad. 4. Camino cuaresmal hacia la Pascua: volver a la casa del Padre Delante de nosotros se abre un espacio de cuarenta días para dejar de vivir de espaldas a Dios, voltearnos decididamente hacia él, emprender como hijos e hijas pródigos, desde donde estemos, el camino de retorno a la casa de nuestro Padre, arrojarnos arrepentidos en sus brazos amorosos y dejarnos revestir el traje de fiesta de nuestra condición de de discípulos de Jesucristo. Acojamos entonces esta cuaresma 2007 como un don precioso de Dios misericordioso, alentados por las palabras de un himno propio de este tiempo: “Tu al pecador dijiste generoso, que no quieres su muerte, ¡O Dios piadoso!, sino que llore y se convierta y viva” (Himno de laudes del jueves). El proyecto Arquidiocesano de Renovación Pastoral (PARP/E), que se encuentra en el primer año de su fase previa, nos presenta un conjunto de criterios y exigencias que son otros tantos senderos de conversión para construir una Iglesia casa, escuela y taller de comunión. Algunos de esos criterios pastorales son muy apropiados para construir comunidades reconciliadas y pacificadoras. Recordemos algunos de ellos: partir siempre en la acción pastoral de los pobres (los que no saben, los que practican, los que no responden, los que no vienen); no destruir nada de lo que ya existe sino integrar y orientar todo hacia lo que se quiere lograr, hacia la meta; trabajar juntos y coordinadamente para que acontezca la promesa del Reino de Dios visualizado en el Plan Pastoral. 5. Jesucristo, el único Salvador El camino con Cristo Jesús, iniciado en su encarnación y culminado en la Pascua, es el único que nos revela el secreto del misterio del ser humano (Cf. GS 22). Solo viviendo en Cristo, siguiendo a Cristo hasta el final y amando en Cristo a todos podremos descubrir quiénes somos, para qué hemos sido creados y cuál es nuestra auténtica y definitiva vocación. Fuera de Cristo Jesús no hay felicidad para la persona humana en su singularidad ni para la humanidad en su totalidad. En el corazón de nuestra Iglesia orante encontramos a María, la discípula oyente de la Palabra y sierva dócil de los misterios divinos. Que la dulce madre de Chiquinquirá, nos acompañe y anime por el desierto cuaresmal hasta llegar a la Pascua de su hijo Jesucristo. Maracaibo 24 de febrero de 2007 + Ubaldo Santana Sequera |
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