¿Cómo se sabe que
el Infierno existe?

El Infierno es una de las realidades más cuestionadas y atacadas, tal vez por un mecanismo de evasión del justo castigo que espera a los que ofendamos a Dios y dejemos de aprovechar la oportunidad y las oportunidades que El mismo nos da de arrepentirnos para perdonarnos, y así poder llegar, no al Infierno, sino al Cielo.

Respecto del Infierno hay errores muy difundidos: unos creen que el Infierno no existe. Otros creen que sí existe, pero que allí no va nadie, aduciendo que Dios es infinitamente bueno. Pero no hay que olvidar que Dios es, al mismo tiempo, infinitamente justo. Recordemos, también, que el propio Jesucristo nos habló en varias ocasiones sobre la posibilidad que tenemos de condenarnos. Y no sólo nos habló de esa posibilidad, sino que, además, varias veces nos describió ese lugar de castigo eterno. He aquí algunas descripciones por boca de Jesús:

“Los malvados ... los arrojará en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 13, 42). “Y a ese servidor inútil échenlo en la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación” (Mt.25,30). “Malditos: aléjense de Mí, al fuego eterno” (Mt. 25, 41).

Y he aquí lo que dice el Libro del Apocalipsis sobre el Infierno y los que llegan a allí:

  “Pero para los cobardes, los renegados, los corrompidos, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras, en una palabra, para todos los falsos, su lugar y su parte es el lago que arde con fuego de azufre, que es la segunda muerte.” (Ap 21, 8)  “Y todo el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.” (Ap 20, 15)

Coinciden los Teólogos en que la más horrenda de las penas del Infierno es la pérdida definitiva y para siempre del fin para el cual hemos sido creados los seres humanos: la posesión y el gozo de Dios, viéndolo “cara a cara”. Ya que únicamente Dios puede satisfacer el ilimitado deseo de felicidad que El mismo ha puesto en nuestra alma para ser satisfecho sólo por El, puede comprenderse cuán grande puede ser la pena de no poder disfrutar de lo que se denomina la Visión Beatífica. Para resumir esta pena en palabras de San Agustín, “es tan grande como grande es Dios”.

Otro de los tormentos del Infierno es el sentido de eternidad. Es un sitio de fuego, pero es un fuego distinto al que conocemos en la tierra, pues afectará nuestra alma y nuestro cuerpo, pero no nos destruirá. Es un fuego que no se extingue, ni extingue, sino que es eterno, sin descanso, sin tregua, sin fin ... para siempre ... “El fuego no se apaga, pues han de ser salados con fuego”, nos dijo Jesucristo (Mc. 9, 48-49). Significa esto que el fuego funciona como la sal: es un fuego que conserva y que penetra todo nuestro ser, pues cuerpo y alma recibirá el tormento del infierno.

Y estos horrores del Infierno no deben servir para desviar la atención. Los horrores del infierno no son para que pensemos ¡qué malo es Dios! sino para darnos cuenta del horror del pecado.

El Infierno es una realidad innegable. De hecho, el Infierno es de creencia obligatoria para los Católicos, y es de los dogmas de nuestra fe que presenta mayor número de textos de la Sagrada Escritura que lo sustentan, en los cuales por cierto aparece con diferentes nombres (abismo, horno de fuego, fuego eterno, lugar de tormentos, tinieblas exteriores, gehena, muerte segunda, fuego inextinguible etc.). En resumidas cuentas, el Infierno forma parte, junto con el Cielo y el Purgatorio, de las opciones que nos esperan después de esta vida terrena.

Entre los secretos que reveló la Santísima Virgen María a los pastorcitos de Fátima, está una visión del Infierno, que les dio en una de sus apariciones. Decía Lucía, la vidente de Fátima que murió ya anciana en 2005: “Algunas personas, también piadosas, no quieren hablar a los niños pequeños sobre el Infierno, para no asustarlos. Sin embargo, Dios no dudó en mostrar el Infierno a tres menores y una de ellas contando apenas seis años”.

Por más que Lucía describe lo que ella y los otros dos videntes vieron (cfr. Memorias de Lucía), no es posible imaginar cómo es el Infierno. El Infierno es un lugar de dolor y horror -más de lo que podemos pensar, suponer o describir- al que son arrojadas las almas que en la tierra desperdician las gracias de salvación que Dios en su infinita Bondad, nos otorga a todos.

La Voluntad de Dios es que todos los hombres lleguen a disfrutar de la Visión Beatífica. Dios no predestina a nadie al Infierno. Para que alguien se condene es necesario que tenga una aversión voluntaria a Dios, un enfrentamiento o una rebeldía contra El y, además, que persista en esa actitud hasta el momento de la muerte (cfr. CIC #1037).

Hemos nacido y vivimos en esta tierra para pasar de esta vida a la eternidad. Y allí habrá o “Vida Eterna” en el Cielo, al que podemos llegar directamente o pasando antes por un tiempo de purificación en el Purgatorio ... o habrá “muerte eterna” en el Infierno.


El infierno
(Papa Francisco 9-marzo-2015)

Unos niños y jóvenes le hicieron algunas preguntas al Papa Francisco. Una de ellas fue por qué si Dios es bueno existe el infierno. El Papa respondió que “Dios perdona todo, pero saben que había un ángel muy orgulloso, muy orgulloso, que era muy inteligente, y tenía envidia de Dios, ¿entienden? Quería ser Dios. Y Dios quiso perdonarlo, pero él decía: ‘Yo no tengo necesidad de perdón, ¡me basto a mí mismo!’”.

Por tanto, “al infierno no te mandan: si vas es porque lo eliges tú. El infierno es querer alejarse de Dios porque no quiero el amor de Dios. El diablo está en el infierno porque él lo ha querido: nunca más tener relación con Dios. Pero si tú eres un pecador, si fueras un pecador tremendo, con todos los pecados del mundo, todos y después te condenaran a la pena de muerte, y cuando estás allí, blasfemas, insultas, muchas cosas… Y en el momento de ir allí, a la pena de muerte, cuando estás a punto de morir, miras al Cielo y dices: ‘¡Señor! ¿Dónde vas, al cielo o al infierno?”.

A su pregunta, el Santo Padre respondió: “al cielo, porque había otro que era un ladrón, pero un ladrón de aquellos… y fue crucificado al lado de Jesús. Y uno de estos dos ladrones insultaba a Jesús. Este no creía en Jesús; soportaba los dolores hasta la muerte. Pero en un momento, algo se movió en su interior y dijo: ‘Señor, ¡ten piedad de mí!’. ¿Y qué dijo Jesús? ‘Hoy estarás conmigo en el Paraíso’”.

Así que “va al infierno solamente aquél que dice a Dios: ‘No te necesito, me arreglo yo sólo’, como ha hecho el diablo que es el único del que estamos seguros que está en el infierno”.

Visitas al Infierno



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