¿MARIDO CABEZA DE LA MUJER?

La Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” del Papa Francisco, al hablar de sumisión en la relación conyugal, pareciera distanciarse del consejo de San Pablo de que «las mujeres estén sujetas a sus maridos» (Ef 5,22).

Acota el Papa Francisco que “San Pablo se expresa aquí en categorías culturales propias de aquella época, pero nosotros no debemos asumir ese ropaje cultural, sino el mensaje revelado que subyace en el conjunto de la perícopa.” (AL #156)

Así que para poder hablar de autoridad y sumisión dentro del Matrimonio, siguiendo lo que pide el Papa, habría que revisar todos los versículos del consejo paulino y no quedarnos solamente con el versículo de Efesios 5, 22, sobre la sujeción femenina al varón.

Aquí va la cita completa para analizar el mensaje en su conjunto:

Ef 5:
21 Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.
22 Las mujeres a sus maridos, como al Señor,
23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo.
24 Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella,

26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra,
27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
28 Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.

La frase casi nunca tomada en cuenta, pero clave en esta argumentación, es la del versículo 25: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella”.

¿ Por qué es clave? Porque, ¿qué esposa que sea amada como Cristo amó a su Iglesia no va a ser sumisa a ese amor?  Y ¿qué esposo que ame así –como Cristo- no va a someterse también a lo que su esposa le pida o le sugiera, tal como Cristo, que dio su vida por su esposa, la Iglesia?  

Y la clave para vivir esta relación en el Matrimonio es la generosidad, o mejor aún, la oblación o donación de uno mismo.

El problema en la relaciones interpersonales y sobre todo en la conyugal es el egoísmo. Egoísmo significa que yo voy de primero y todo lo demás después.  El Matrimonio requiere generosidad y oblación:  yo voy de último y todo lo demás antes.

El hecho es que pueden darse tres escenarios en las relaciones conyugales:

.       Escenario de santidad:
        El esposo piensa primero en las necesidades de la esposa, mientras la esposa piensa primero en las necesidades del esposo.

.       Escenario de desequilibrio:
        Uno de los dos piensa en el otro, pero ese otro está pensando sólo en si mismo.

.       Escenario de conflicto:
        Esposo y esposa están ocupándose de sus propias necesidades, sin importarle las necesidades del otro.

El secreto de la unión lo más parecida posible a lo que Dios quiere -y a lo que parece referirse San Pablo- es el pensar primero en el otro.  Pero eso significa estar en clave de santidad.  ¿Y por qué no? ¿No es el Matrimonio un camino de santidad tan válido como el de los religiosos?

¿Misión Imposible?   Será difícil, pero no imposible.  Algunos han intentado vivir así.

Los primeros, la Sagrada Familia.  No conocemos detalles de su relación, pero uno de los escritos místicos sobre la Santísima Virgen (“La Mística Ciudad de Dios” de Sor María de Ágreda) nos dice que San José y la Virgen “tenían elevadas contiendas para ver quién servía a quién”.

He ahí otra clave:  que las discusiones y “contiendas” sean para ver quién sirve a quién, no lo contrario.  Pensar primero en el otro.  Servir al otro.  Donación.  Oblación.  Generosidad. 

 

¿MATRIMONIO CAMINO DE ROSAS?

En el consejo de San Pablo en Efesios 5, 21-28, que tratamos en anterior artículo (¿MARIDO CABEZA DE LA MUJER?) hay detalles importantísimos sobre la santidad dentro del Matrimonio.  Y sobre la responsabilidad del marido con respecto a la santificación de su esposa y viceversa.

25. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26. para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, 27.  y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.

¿Para qué es la sumisión en el Matrimonio? 

¿Qué acota San Pablo en esta segunda parte de su consejo a los esposos?

¿Para qué los maridos deben amar a sus esposas como Cristo a su Iglesia?  Lo dicen clarito los versículos 26 y 27:  ¡para santificarla y para presentarla a Cristo santa e inmaculada!  ¿Se dan cuenta los esposos de esta tremenda responsabilidad?  ¡La labor del hombre en el Matrimonio consiste en santificar a su esposa para presentársela a Cristo santa e inmaculada! 

¡Y que las esposas no se sientan que no tienen nada que ver en la santificación de los esposos! Ya San Pablo al comienzo de estos consejos a los esposos nos habla de una mutua sumisión:  21. Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.

Y volvemos:  ¿para qué es la sumisión de uno al otro?  Para la mutua santificación.

Así que esto de la santificación es responsabilidad de ambos:  cada uno se ocupa de su propia santificación y de la de su cónyuge.

El Matrimonio, entonces, es camino de santidad.  Es un camino hacia Dios, es decir, es un camino hacia el Cielo donde está Dios y donde Dios nos espera.  Van marido y mujer hacia Dios por esa vía que es el Matrimonio Cristiano.

Por lo tanto, deben ir mirando juntos desde Dios en una misma dirección hacia la Vida Eterna, procurando la propia y la mutua santificación.

Se ha dicho que el Matrimonio no es un camino de rosas.  Pero sí lo es, porque las rosas tiene flor, tienen aroma agradable, pero también tienen espinas.  Así es el Matrimonio:  rosas y espinas. 

 

Matrimonios y Divorcios
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