Es reconocerlo como
nuestro Creador y nuestro Dueño
Es reconocerme en verdad
lo que soy:
hechura de Dios, posesión de Dios.
Dios es mi Dueño.
Yo le pertenezco.
Adorar a Dios, entonces,
es tomar conciencia
de nuestra dependencia de El
y de la consecuencia lógica
de esa dependencia:
entregarnos a El y a su Voluntad.
Tú eres mi Creador,
yo tu creatura,
Tú mi Hacedor,
yo tu hechura,
Tú mi Dueño,
yo tu propiedad.
Aquí estoy
para hacer tu Voluntad.
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