Resumen tomado de la Homilia de Monseñor Ubaldo Santana, Arzobispo de Maracaibo,
en la Celebración de la Pasión del Señor
Viernes Santo 2 de Abril de 2010
La publicación de los abusos cometidos hace 30 años atrás por clérigos contra menores de edad ha desatado un despiadado ataque contra los pastores de la Iglesia católica y particularmente contra la figura del Papa Benedicto XVI.
Estas conductas personales ciertamente muy escandalosas están siendo utilizadas como pretexto por muchas personas que adversan a la Iglesia, para atacarla en su conjunto, como institución, ensañándose de forma particular en la figura del Papa. Como católicos y pastores no podemos quedarnos callados, porque es un ataque injusto y fuera de lugar. ¿Qué respuesta tenemos que dar los cristianos? Sólo a la luz de la fe podemos entenderlo y superarlo.
Primera lección: ¡A veces los elegidos de Dios lo traicionan!
La Iglesia primitiva de Jerusalén, guiada por el Espíritu Santo, supo enfrentar positivamente el problema de la traición de Judas. Si se hubiera centrado en el escándalo causado por el traidor, se hubiera atascado antes de comenzar. Pero no lo hicieron así: subsanaron la herida, se centraron en los otros once y la Iglesia del Señor siguió creciendo hasta extenderse por todo el imperio romano y conquistar su capital.
En la situación que estamos viviendo, podemos dejarnos envolver por el escándalo, centrarnos en los clérigos que fueron infieles a su vocación y abusaron de menores puestos bajo su cuidado. Es un camino destructivo.
Pero también podemos hacer como la primera comunidad cristiana de Jerusalén, que supo asumir tan triste realidad y enfocar nuestra atención en todos los demás –en los otros once- en los que han permanecido fieles, que son la gran mayoría, en esos Sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo.
Los medios de comunicación social casi nunca prestan atención a los buenos "once", que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad hasta el final. El bien no es noticia. ¡Prefieren el punto negro en el mantel blanco!
Les invitamos, queridos hermanos, a abordar este terrible y doloroso escándalo bajo una perspectiva diferente y a no caer en la trampa de la desesperación autodestructiva.San Francisco de Sales, en respuesta al escándalo que causaban tantos de sus hermanos presbíteros y obispos dijo lo siguiente: “Mientras que aquéllos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe-, son culpables de suicidio espiritual”.
Y una vez, uno de los hermanos de la Orden de los Frailes Menores, muy sensible ante los escándalos causados por los ministros ordenados, le hizo una pregunta a San Francisco de Asís: "Hermano Francisco, ¿qué harías tu si supieras que el sacerdote que está celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado?" Francisco, sin dudar un sólo instante, le dijo muy despacio: "Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas de ese sacerdote”.
Lo que debe quedar claro de la respuesta de San Francisco de Asís es que Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que así es! Si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote para recibir la gracia divina que nos salva, estaríamos en graves problemas.
Todos conocemos a personas que buscan escudarse detrás de los malos ejemplos de los ministros y los usan como percheros para colgar los guantes, dejar la práctica religiosa e incluso pasarse a otra agrupación. No faltan -y ustedes las habrán incluso oído- aquellas personas que dicen: "¿Para qué ir a misa o confesarse? ¡Todos los curas son iguales!”
Los malos ejemplos de algunos ministros no son excusa para no cumplir con los mandamientos de la ley de Dios y el llamado de Cristo. ¿Tienen que ser más santos los sacerdotes? Seguro que sí. ¡Toda crisis que enfrenta la Iglesia es una crisis que la tiene que llevar hacia un mayor compromiso con la santidad!
Estos son tiempos duros para seguir la vocación al sacerdocio ministerial. Una sociedad hipócrita y permisiva los quiere crucificar. Sectores sociales imbuidos de secularismo pagano promueven la eliminación de embriones, el sexo libre desde la adolescencia, la pornografía infantil, la libre distribución de condones y anticonceptivos. Pero esos mismos sectores no dudan en ponerse su máscara de censores morales para apedrear, no solamente a personas que han cometido delitos, sino a la misma institución a la que pertenecen.
Y ¿qué persiguen con esto? Destruir a la Iglesia Católica, fundada por Dios mismo: Jesucristo, Hijo de Dios.
Estamos pasando por tiempo difíciles pero no nos desesperemos porque la barca de Pedro no se hundirá. Una vez el emperador francés Napoleón, en la cumbre de su poder, le espetó al Cardenal Consalvi: "Voy a destruir su Iglesia". El Cardenal le contestó: "¡No, no podrá"! Napoleón, embutido en su ambición y su orgullo, repitió: "¡Voy a destruir su Iglesia!" El Cardenal se mantuvo firme: "¡No, no podrá! Porque ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo! Si miles de ministros infieles y de fieles pecadores no han podido destruirla desde su interior ¿cómo cree Ud. que lo va a poder hacer desde fuera?"
El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que su Iglesia naufrague. El prometió que las puertas del infierno no prevalecerían nunca sobre ella(Cf Mt 16,18).
La barca de Pedro, la Iglesia que navega en el tiempo hacia su puerto eterno en el cielo, nunca naufragará, no porque aquéllos que la conducen no cometan todos los pecados posibles para hundirla, sino porque Cristo, que también está en la barca, la mantendrá firme en medio de las peores tempestades.
Resumen tomado de la Homilia de Monseñor Ubaldo Santana, Arzobispo de Maracaibo, en la Celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo 2 de Abril de 2010
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