Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (#2704): "La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes ... se hace interior en la medida que tomamos conciencia de Aquél "a Quien hablamos" (Sta. Teresa de Jesús). Dicha en adoración, la oración vocal puede a la larga convertirse –si Dios así lo desea- en contemplación. De allí que pueda decirse que la oración vocal es una vía hacia la oración contemplativa. Cuando los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar, El les enseña una oración vocal: el Padre Nuestro. Y, si bien los Evangelios nos muestran a Jesús orando en soledad y en silencio, también nos lo muestran elevando su voz al Padre, es decir, haciendo oración vocal (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #2701).
Como la oración de petición suele ser causada por un anhelo que deseamos se cumpla o por un plan que deseamos se realice, o por una necesidad que deseamos sea satisfecha, a veces parece que no fuera escuchada. Y, realmente, la oración de petición puede tener tres respuestas de parte de Dios: Sí, No o más tarde. Sucede que a veces pedimos cosas que no nos convienen y que no coinciden con lo que Dios desea para nosotros. "Pedís y no recibís, porque pedís mal", nos advierte el Apóstol Santiago (St. 2,3). Y San Pablo también insiste en esta idea: "Nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rom.8,26). Casi siempre pasamos por alto las palabras tan importantes del Padre Nuestro: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo”. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es necesario orar para poder conocer la Voluntad de Dios (#2736). "El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración con el deseo del Espíritu" (#2756). Por eso dice San Juan: "Estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a Su Voluntad, El nos escuchará" (1ª Jn.5,9). Y el mismo Señor nos dice: "Pedid y se os dará ... vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan" (Mt.7,7-11). Pero para pedir "cosas buenas" es menester conocer la Voluntad de Dios. Es cierto que Jesús nos ha dicho: "Pedid y se os dará" (Mt.7,7 - Lc.11,9), pero también nos dijo: "Vuestro Padre sabe lo que necesitáis" (Lc.12,30). En todo caso, nuestra oración de petición debe siempre estar sujeta a la Voluntad de Dios: "No se haga mi voluntad, sino la Tuya" (Lc.22,42 - Mc.14,26). COMUNION ESPIRITUAL: Una oración de petición que está entre las cosas buenas que seguramente el Señor nos quiere dar es la Comunión Espiritual. Recordemos lo que decía Santo Tomás de las dos clases de alimentación eucarística: sacramental y espiritual. De cómo sin la actitud espiritual de anhelo de unión con Cristo, no se recibía adecuadamente la gracia de una verdadera comunión. Apliquemos esto a la Comunión Espiritual. Tradicionalmente se ha considerado la Comunión Espiritual como un premio de consolación: no puedo comulgar sacramentalmente, entonces hago una Comunión Espiritual. Hay conciencia de un cierto valor en esta oración, pero hasta la frase ven al menos espiritualmente, implicaba que no era una Comunión real. Pero, pensándolo bien, la Comunión Espiritual no es primordialmente una sustitución de la Comunión Sacramental, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos. Hay Santos que nos dan ejemplo de esto. San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día. Esto no fue suficiente para él. Y, siguiendo a San Francisco de Sales, decidió hacer Comuniones Espirituales cada 15 minutos. Como Santo Tomás de Aquino, Kolbe insistía que las gracias de la Comunión se reciben de acuerdo a nuestra condición espiritual y de acuerdo a nuestro deseo de unión con Dios. Y, como Dios siempre otorga nuestro deseo de unión con El (ésa es una de las cosas buenas que El quiere darnos) es fácil concluir que las gracias de la Comunión no están limitadas a la Comunión sacramental. “A veces”, dice San Maximiliano, “la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental”. Kolbe no se está refiriendo a una sustitución de la Comunión Sacramental, sino a una adición a la misma, a través de Comuniones Espirituales. Hay que hacer la salvedad de que las Comuniones espirituales deben siempre tener la Comunión sacramental como meta. Hay que alimentarnos sacramental y espiritualmente. Pero, mientras la Comunión sacramental tiene un límite (excepcionalmente, dos veces diarias), la Comunión espiritual puede repetirse cuantas veces uno quiera durante el día. La Comunión sacramental nos une a Dios. La Comunión espiritual nos prepara para esa unión y nos mantiene unidos a El. Nuevamente a través de los místicos el Señor aclara esta dicotomía entre los dos tipos de Comunión: Santa Catalina de Siena se había comenzado a cuestionar si sus Comuniones espirituales tendrían un verdadero valor, comparándolas con la Comunión sacramental. El Señor se lo aclaró en una visión. De repente vio a Cristo sosteniendo dos cálices. Y le dijo: “En este cáliz dorado coloco tus Comuniones sacramentales. En este cáliz plateado coloco tus Comuniones espirituales. Ambos cálices me son muy agradables”. A otra mística, Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: “Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado”. Si tomamos en cuenta estos argumentos y sobre todo estos testimonios místicos, notaremos que cualquier momento es bueno para una Comunión espiritual. Los momentos de alegría, las distracciones, las tentaciones, las ansiedades, las contrariedades, el comienzo o el final de una actividad son una buena excusa para una Comunión espiritual. Son recordatorios de la necesidad de renovar nuestra relación con Dios y de encontrarme con El en lo profundo de mi alma. Otro místico, San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: “Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual”. Adoración
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