Dos visitas al Infierno

VISITAS AL INFIERNO

VISITA AL INFIERNO de BILL WEISE

 

El 22 de noviembre de 1998 ... fuí catapultado fuera de mi cama al hoyo del infierno. Mi punto de llegada fue una celda de aproximadamente cinco metros de alto por tres metros de ancho, con una profundidad de cinco metros.

Dentro de sus paredes de piedra gruesa y barras rígidas en la puerta, me sentí como si estuviera en una zona de almacenamiento temporal, un lugar donde un prisionero espera sus últimas horas antes de encontrarse con un destino mucho más aterrador.

Mientras yacía en el suelo de la celda, me sentí muy débil. Levanté la cabeza, empecé a mirar alrededor. Inmediatamente me di cuenta de que no estaba solo en esta celda. Vi a dos bestias enormes, de más de tres a cuatro metros de alto, diferentes a cualquier cosa que jamás hubiera visto antes. Eran muy intimidantes.

Una cosa es estar amenazado por alguien mucho más alto que tú, pero estos seres no eran de este mundo natural. Me di cuenta de que eran totalmente malos, y estaban mirándome con odio puro, sin restricciones, lo que me paralizó de miedo completamente. "Maldad" y "Terror" estaban delante de mí. Estos seres eran una manifestación intensamente concentrada de esas dos fuerzas.

Yo todavía no tenía idea de dónde estaba, y estaba absolutamente aterrorizado. A pesar de que no tenía un punto de referencia, ni estaba familiarizado con todo lo que estaba experimentando, y sin entender cómo había llegado aquí, sin embargo estaba seguro que me enfrentaba a la realidad inimaginable de una muerte por tortura.

Estos seres no eran animales, pero tampoco eran humanos. Una de estas bestias gigantes tenía aspecto como de hombre. Sus brazos y piernas eran desiguales en longitud, fuera de proporción, sin simetría. Tenía protuberancias y escamas en todo su cuerpo grotesco. Tenía una enorme mandíbula prominente, dientes enormes, y grandes ojos hundidos. Esta bestia era robusta y poderosa, con piernas gruesas y pies anormalmente grandes. Se paseaba con violencia alrededor de la celda como un toro enjaulado, y su comportamiento era extremadamente feroz. La segunda bestia era más alta y más delgada, con los brazos muy largos y afiladas aletas que cubrían su cuerpo. De sus manos sobresalían unas garras que eran de casi medio metro de largo. Su personalidad parecía ser diferente de la primera. No era ciertamente menor su maldad, pero estaba más bien quieto.

Podía oírlos hablando entre ellos. A pesar de que no pude identificar qué idioma era, de alguna manera yo podía entender sus palabras. Eran palabras horribles, terribles, un lenguaje blasfemo que arrojaban de su boca expresando odio extremo hacia Dios.

De repente, volvieron su atención hacia mí. Se veían como depredadores hambrientos mirando a su presa. Yo estaba aterrorizado. Como un insecto en una telaraña mortal, me sentí impotente, atrapado y congelado por el miedo. Sabía que me había convertido en el objeto de su hostilidad, y sentí una presencia violenta y maléfica como nunca había sentido antes y mayor que cualquier cosa que se pueda imaginar. Poseían un odio que supera con creces cualquier odio que una persona pueda tener, y ahora este odio se dirigía directamente contra mí. Todavía no podía identificar lo que estos animales eran, pero yo sabía que me harían daño.

Quería desesperadamente levantarme y correr. Pero mientras estaba en el suelo de esa celda miserable, me di cuenta que no tenía absolutamente ninguna fuerza en mi cuerpo. Yo casi no podía moverme. ¿Por qué no tengo fuerza? Me sentí tan indefenso.

Yo sabía que lo que sentía era mucho más que debilidad física. De hecho, era la debilidad en todas sus formas. Yo estaba mental y emocionalmente agotado, aunque sólo había estado allí unos minutos. La mayoría de nosotros hemos experimentado una pérdida de fuerza y ??energía después de un llanto intenso, angustia emocional, o dolor. Después de un tiempo de sanación, podemos recuperar esa fortaleza a pesar de que puede tomar años. Sin embargo, en ese momento sentí que nunca podría recuperarme del peso literal que había caído sobre mí, el peso de la desesperación sin esperanza.

Dos bestias más entraron en la celda, y tuve la sensación de que estos cuatro seres habían sido "asignados" a mí. Me sentí como que me estaban "midiendo" y que mi tormento sería su diversión.

Una de las bestias me agarró. Su fuerza era increíble. Yo pesaba como un vaso de agua en su mano. Instintivamente sabía que el que me sostenía tenía una fuerza de aproximadamente mil veces mayor que un hombre. Entonces la bestia me lanzó contra la pared. Yo me desmoroné en el suelo. Sentía como si cada hueso de mi cuerpo se había roto.

Luego la segunda bestia, con sus garras como navajas afiladas y sus aletas saliente me agarró por detrás en un abrazo de oso. Como me presionó contra su pecho, sus aletas afiladas traspasaron mi espalda. Me sentía como una muñeca de trapo en sus garras, en comparación con su enorme tamaño. Me dio la vuelta, hundió sus garras en mi pecho y luego se separó. Mi carne colgaba de mi cuerpo como cintas cayendo al suelo de la celda. Como se nota, estos seres no tenían respeto por el cuerpo humano. Siempre he cuidado de mí mismo comiendo bien, haciendo ejercicio y manteniéndome en forma, pero nada de eso importaba, ya que mi cuerpo estaba siendo destruido ante mis ojos.

Yo sabía que no podía escapar de esta tortura con la muerte, ya que la muerte no era una opción. La muerte me penetraba, pero también me eludía. Estos seres parecían tener placer en el dolor y el terror que infligían sobre mí.

Rogué misericordia, pero no tenían ninguna, absolutamente ninguna piedad. Parecían incapaces de ello. Eran pura maldad. No existía piedad en este lugar. La Misericordia era de Dios y estaba en el cielo.

La angustia mental que sentí fue indescriptible. El pedir misericordia de tanta maldad sólo parecía aumentar su deseo de atormentarme más.

Yo era consciente del hecho de que no había salido ningún líquido de mis heridas. No había sangre, no había agua, no había nada. En ese momento, no me detuve a preguntarme por qué. Yo estaba muy mareado por el hedor terrible, sucio proveniente de estos seres. Era absolutamente repugnante, asqueroso y podrido. Era de los olores más pútridos que me he encontrado. Si pudieras tomar todo lo podrido que te puedas imaginar, como una alcantarilla abierta, la carne podrida, huevos estropeados, leche agria, carne podrida y azufre, y se amplía una y mil veces, es posible que se pueda tener una idea. Esto no es una exageración. El olor era realmente muy tóxico, y por sí solo debería haberme matado.

Pero en realidad no se podía respirar, sino jadear, porque no hay suficiente aire.  Por eso cada respiración costaba muchísimo esfuerzo.  Y pensaba:  voy a morir por falta de aire, pero no, hay que seguir viviendo sin suficiente aire.

La sed era insoportable.  Mi boca estaba reseca como si no hubiera tomado agua por mucho tiempo.  Una sola gota de agua me hubiera aliviado, pero tampoco había agua. 

Instintivamente sabía que algunas de las cosas que experimentaba en el Infierno eran mil veces peor que lo que era posible en la superficie de la Tierra, cosas tales como los olores mencionados, la fuerza de los demonios, el volumen de los gritos, la sequedad, y la soledad que se siente.

De alguna manera me las arreglé para moverme un poco y me arrastré por el suelo hacia la puerta enrejada. Yo no podía ver, pero me acordé de la dirección de la puerta que había quedado abierta. Finalmente llegué a la puerta y salí de la celda. Al parecer, las bestias me permitieron salir gateando sin detenerme.

Tan pronto como salí de la celda, mi primera reacción fue de llegar lo más lejos posible. Una vez más, desesperadamente quería correr. Pensaba solo en levantarme sobre mis pies. Sin embargo, cada intento de levantarme me exigía un gran esfuerzo. Recuerdo haberme preguntado: ¿Por qué es esto tan difícil? Después de un tremendo esfuerzo, por fin pude estar de pie. Yo estaba agotado completamente y, al mismo tiempo, muy frustrado porque un simple movimiento se había vuelto muy difícil. A pesar de que ahora estaba fuera de la celda, no podía correr, y el miedo me atenazaba como una serpiente constrictor a su presa.

Me quedé horrorizado al oír a una multitud incalculable de personas gritando atormentadas. Esto era un gran tormento pues los gritos llenos de terror venían hacia mí y parecían penetrar todo mi ser.

La oscuridad era terrible, una negrura pavorosa que no se conoce aquí en la tierra.  Las llamas iluminan muy poco.  Y en ese espacio inmenso de kilómetros de fuego podía ver las siluetas de gente gritando pavorosamente y quemándose en el fuego.  Trataban de salirse, pero los demonios las lanzaban nuevamente al fuego.

Luego vi más demonios de todas las formas más desagradables que se pueda imaginar, llenos de odio.  Y yo sentía que no podía salir de allí nunca, nunca, que eso era para toda la eternidad.  No puedes hablar con nadie.  Sólo estás rodeado de estos demonios llenos de odio.

Las torturas son inmensas, pero el peor sentimiento es la separación de Dios y la desesperanza:  saber que nunca se puede salir de allí. 

En medio del pánico y el ruido ensordecedor, me esforcé en pensar: Estoy en el infierno! Este es un lugar real, y estoy realmente aquí! Yo trataba frenéticamente de entender, pero era tan inconcebible. Yo no. Yo soy una buena persona, me dije. El miedo era tan intenso que no podía soportarlo, pero me daba cuenta que no podía morir. Sabía que la mayoría de las personas en la tierra no creían, ni siquiera sabían de este mundo aquí. Ellos no lo creerían. Pero existe, y es muy real. Este lugar es tan terrible, tan intenso y tan hostil que sería imposible para mí exagerar el horror.

Lo que sí sentía era que estaba allí perdido para siempre, sin poder hacer nada para salir o para aliviarme.

En tiempo por reloj en la tierra estuve en el Infierno entre las 3 y las 3:23 de la madrugada, cuando fui devuelto al suelo de la sala de mi casa.  Allí, totalmente aterrorizado, me encontró mi esposa quien me atendió y le expliqué lo sucedido.

 

 

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