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ORACIÓN Y CARIDAD FRATERNA

La oración es tan importante que no podemos, por ejemplo, pretender amar, amar verdaderamente, amar como Dios nos ama, si no nos abrimos a la acción del Espíritu Santo a través de la oración y de los Sacramentos.

Porque para amar verdade-ramente hay que dejar que sea el Espíritu Santo -que habita en nuestro interior si estamos en estado de gracia- Quien ame en nosotros y a través de nosotros. De otra manera, lejos de proyectar el Amor de Dios en nosotros, podemos más bien proyectar nuestro propio yo.

Con respecto a la relación entre la oración y el amor, Santa Teresa de Jesús la deja bien clara en una breve consigna:  “Orar es llenarse de Dios y darlo a los demás”.  Es el mismo “Contemplad y dad lo contemplado” de Santo Domingo, dicho con una frase sinónima.

Ambos quieren decir que no hay amor verdadero sin oración, y no hay oración verdadera que no nos impulse a dar a Dios a los demás, pues en eso consiste el verdadero amor.

Para llegar al culmen del amor:  dar la vida por el otro, hay que orar mucho para estar muy unidos a Cristo.   Dar la vida cada día en las contrariedades, en los rechazos, en las incomprensiones, en las exigencias del amor.  Y, también, para darla en el momento final, si de martirio se trata.

Amar a los hermanos “en verdad” (2 Jn 1,1-2  y 3 Jn 1, 3) es amarlos por la fuerza de la verdad que mora en nosotros (1 Jn. 3, 18).  Y esa fuerza mora en nosotros por la oración. 

“Cuanto más recibimos en el silencio de la oración, más damos en nuestra vida activa.  Necesitamos del silencio para ‘tocar’ las almas. 

Lo importante no es lo que decimos a Dios, sino lo que Dios nos dice y dice a través de nosotros.  Todas nuestras palabras son vanas si no vienen del interior.  Las palabras que no dan la luz de Cristo, aumentan las tinieblas”  (Beata Teresa de Calcuta).

Al orar conformamos nuestro corazón con el de Cristo.  Y así reflejaremos a los demás lo que Cristo desee reflejar de El a través nuestro.

Para eso hay que:

  • opacarse para que El brille
  • disminuir para que El crezca
  • desaparecer para que El se muestre

¿Cómo poder lograr ese opacamiento, esa disminución, ese desaparecer, para que sea Cristo Quien se muestre?  Sólo en la oración y en vigilancia.

Al orar, Jesús nos va purificando, nos va llenando de su Amor y, al colmarnos, El se muestra a los que nos rodean y atrae a quienes El desea atraer.  Ese es el verdadero apostolado:  Cristo mostrándose a través de nosotros.

Fruto directo de la contemplación es la caridad fraterna.  Es la consecuencia lógica de una oración en verdad.  Porque hay caridades fraternas que son filantropía o apostolados inventados.  La filantropía aplaca la conciencia y hace sentirse bien.  Los apostolados inventados sirven para uno lucirse y proyectarse uno mismo.

En la oración el Espíritu Santo nos va indicando cómo podemos cooperar y servir a los demás, cómo ser fuente de amor para los que están cerca de nosotros. 

La oración nos lleva a ver a los prójimos con la mirada de Cristo, siendo compasivos y misericor-diosos.  Cristo nos va educando en la oración para que podamos comenzar a amar a los demás como Jesús los ama.

No podemos amar como Cristo ama si no oramos.  Sólo en oración es posible cumplir el mandamiento nuevo:  “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”( Jn. 13, 34 y 15, 12).

Adoración
la más alta forma de oración

ORAR ES UN PRIVILEGIO

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